Archivo de cuentos del Mulá Nasrudín Hodja

cuento sufí

Posted in cuento sufi with tags on marzo 18, 2009 by mandela9

La Sopa de Pato

Cierto día, un campesino fue a visitar a Nasrudin, atraído por la gran fama de éste y deseoso de ver de cerca al hombre mas ilustre del país. Le llevó como regalo un magnífico pato. El Mula, muy honrado, invitó al hombre a cenar y pernoctar en su casa. Comieron una exquisita sopa preparada con el pato.

Nasrudin: La sopa del PatoA la mañana siguiente, el campesino regresó a su campiña, feliz de haber pasado algunas horas con un personaje tan importante. Algunos días más tarde, los hijos de este campesino fueron a la ciudad y a su regreso pasaron por la casa de Nasrudin. – Somos los hijos del hombre que le regaló un pato – se presentaron. Fueron recibidos y agasajados con sopa de pato.

Una semana después, dos jóvenes llamaron a la puerta del Mula. – ¿Quiénes son ustedes? – Somos los vecinos del hombre que le regaló un pato. El Mula empezó a lamentar haber aceptado aquel pato. Sin embargo, puso al mal tiempo buena cara e invitó a sus huéspedes a comer.

A los ocho días, una familia completa pidió hospitalidad al Mula. – Y ustedes ¿quiénes son? – Somos los vecinos de los vecinos del hombre que le regaló un pato. Entonces el Mula hizo como si se alegrara y los invito al comedor. Al cabo de un rato, apareció con una enorme sopera llena de agua caliente y llenó cuidadosamente los tazones de sus invitados. Luego de probar el líquido, uno de ellos exclamó: – Pero… ¿qué es esto, noble señor? ¡Por Alá que nunca habíamos visto una sopa tan desabrida! Mula Nasrudin se limito a responder: – Esta es la sopa de la sopa de la sopa de pato que con gusto les ofrezco a ustedes, los vecinos de los vecinos de los vecinos del hombre que me regaló el pato.

Ilustraciones de © Richard Williams para el libro «The Exploits of the Incomparable Mulla Nasrudin» de Idries Shah.

Posted in Sin categoría with tags on junio 8, 2008 by mandela9

Cuento

Un cierto día  el mulá Nasrudín se dirigía al mercado a vender dos hermosas sandias de su jardín. Caminaba con una sandía bajo cada brazo, cuando vio, en un recodo del camino, a otro hombre caminando delante suyo, vestido exactamente igual que él y cargando también dos sandias.

– ¡Por Allah! Exclamó. ¡Si ese no soy yo, no veo quién pueda ser!

Aceleró el paso por unos momentos, pero pronto renunció definitivamente a alcanzarlo:

– Y a fin de cuentas se preguntó, ¿para que voy a alcanzarme?.